Esto tenía que pasar. La razón por la que uso gafas oscuras
es que hace un mes tuve una operación láser que me obliga a usarlas durante tres meses. Sí, me veo como sicario.
Hasta ahí, entendible. Pero hay una serie de hechos que me hacen pensar que el
destino se confabuló contra mí para terminar esposado y acusado por obstruir la
vía pública.
Primer hecho: hace mes y medio supe cómo quedaría mi horario
de clases, celebré que los miércoles no iría a la universidad y pensé disponer
ese día para cosas varias.
Segundo hecho: el control médico semanal- luego de la
operación- fue el 17 de julio. Ese día definí la fecha de la siguiente cita,
que debía ser un mes exacto luego de la cirugía pero no se podía porque caía un
domingo, entonces me aconsejaron hacerla entre semana; no pude asignarla para
ninguna hora en la mañana del lunes, martes o viernes porque estudio, y por la
tarde no había cupo. Tampoco el jueves porque era festivo, el único espacio
disponible: a las 9a.m. del maravilloso miércoles que tenía libre. Recuerdo que
me dije a mí mismo: muy áspero yo.
Tercer hecho: el día de la cita médica había protestas por
el mal servicio de Transmilenio que impedían que los buses rojos transitaran, una
de las estaciones afectadas, a las 7a.m. era Portal Américas- la estación más
al occidente de la ciudad- pero yo no necesitaba llegar hasta allá, sino a
Banderas, que es un par de paradas más cerca. De ahí cojo el alimentador 8-2 y
camino, así que no lo vi grave.
Estos tres hechos trabajaron armónicamente para dejarme,
horas después, en un camión de la policía, sin cordones, sin cinturón y con el
pantalón roto.
Cuando llegué al examen la oftalmóloga me preguntó: ¿Cómo
estás?, yo le respondí que mal, creo que no me escuchó- como la mayoría de
doctores- y me volvió a preguntar que cómo me sentía, y le repetí: mal. Ahí
cayó en la cuenta de mi respuesta y dijo: ¿Cómo así? Y le conté que para llegar
tuve que caminar desde la estación de Mundo Aventura- dos estaciones antes de
Banderas- porque había gente bloqueando Transmilenio, pero “todo pacífico”. Además, le recordé que
mi cita era originalmente a las 9 a.m. pero tuve que reprogramarla a las 11. Me
atendieron a las 11:20.
Las conclusiones de la cita: ya puedo ver perfecto, de lejos
y de cerca. Puedo meterme a piscina, mar, sauna, jacuzzi- o sea, puedo hacer lo
que nunca hago- y lo más feliz de todo: PUEDO VOLVER A JUGAR FÚTBOL. Lo malo:
tengo que seguir usando estas gafas de raponero por dos meses más.
Salí más feliz que achicopalado, “Lo de las gafas no es
grave, parecer no es lo mismo que ser. Además lo de ñero es solo por molestar”
pensé- es que en la universidad me dicen que luzco como el “Viejo Javi”, el ñerruco
de Pandillas Guerra y Paz-.
Caminé hacia Banderas pensando que lo del portal de las
Américas se había disipado y que todo estaba bien. Vi que había gente tomando
Transmilenio sin ningún problema, parecía que el sistema se había
reestablecido.
En una esquina, estando a unos 50 metros de la estación vi
que unos policías subían- a la fuerza- a un tipo a un camión. Mi lectura del
hecho: qué visaje.
Me quedé junto al camión por dos cosas: primero, mi
semillero de investigación es sobre sonidos de Transmilenio, así que pensé que
captar audio sobre cómo levantan a los manifestantes. Podría servir de algo;
segundo, en Banderas había ESMAD (Escuadrón Móvil Anti Disturbios), lo que quería
decir que las cosas no estaban tan calmadas como parecía. Además, estar cerca
de la policía me garantizaría algo de seguridad. Estuve ahí unos 15 minutos.
Uno de los policías me preguntó: -“¿Qué está haciendo?”, le
respondí que esperaba el transporte. Me contestó que por qué lo esperaba ahí, y
le dije que no me metía a la estación porque no se veía segura. Uno de los
patrulleros refutó: “¿Por qué no espera en otro lado?”- ahí pensé: esto se
puede poner feo- y le contesté “Bueno”, pero cuando me iba a ir un policía dijo
“Cójalo, cójalo y que espere transporte arriba”, yo pregunté que por qué, dije
que no tenían razones para subirme y entre tres policías me cogieron los brazos
y a empujones me encaramaron al camión.
“Ese debe ser de la Nacional o de la Pedagógica, esos que se
la pasan jodiendo” dijo uno de los policías mientras otro me rapó el celular y
buscaba supuestos videos que grabé, yo le dije que no estudiaba ahí, que era
periodista, y el que tenía mi celular dijo riéndose: “Ahh, es periodista, a este
toca darle peor”. El man no sabía cómo mirar en mi celular, le expliqué cómo,
no encontró videos, me puteó unas 8 veces y me hizo quitar los cordones para
que no me ahorcara adentro del camión, también me hizo dejar sobre el suelo el cinturón que llevaba puesto.
Cuando me encerraron, el policía continuaba buscando fotos,
grabaciones o lo que fuera en el celular, le quitó la carcaza buscando una
memoria SD para quedarse con ella, ¡menos mal no tenía!, y me lo devolvió.
Luego me enteré que a uno de los que estaban en el camión, le quitaron la SIM y
se la botaron, y a otro un policía le robó el iPhone.
Luego subieron a otro man, el mismo policía que buscó videos
en mi celular le cortó los cordones con una navaja, tras las rejas le dije que
no tenía pruebas ni argumentos para subirme, que lo único que tenía era una
sospecha porque yo llevaba puestas unas gafas oscuras, al man le valió huevo e
hizo como que no oía. En ese momento entendí que la policía no entiende de
argumentos.
Me hice amigo de un man- el mismo al que le robaron la SIM- decía
que le pegaron y eso hacía ilegal la aprehensión, que iba a llamar a la mamá
para que lo sacara de ahí. El tipo estaba convencido de que la mamá tenía más
poder que los policías y que fuera como fuera, cuando ella llegara, todos la
obedecerían y él saldría libre. Le regalé un par de minutos para que la
llamara. Yo llamé a mi mamá también, no pensé en llamar a mi papá porque es re
trágico y quién sabe qué se imagina, pero tras hablar con mi mamá luego llamó
mi papá enterado de todo. Le dije lo que pasó, obviamente creyó que era mentira
y que yo estaba levantándome en contra del Estado y blablablá. Al final dijo
que ya iba a ayudarme.
Veinte minutos más tarde nos cambiaron de camión “Hay que
llenar la cuota para transportarlos”, le entendí a uno, en el otro camión había
3 menores de edad, un tipo de unos 50 años y el resto era gente entre 18 y 26,
más o menos. No había mujeres.
Uno de los que estaba en el camión tenía rota la frente, le
pegaron con un bolillo y tenía un chichón como del tamaño de un durazno
pequeño, le dije que si le podía tomar una foto y me dijo que claro:
Todos especulaban acerca de adonde íbamos. Uno de ellos, con algo de experiencia
en el tema, decía que ya tenía antecedentes por tráfico de estupefacientes, y
que estaba seguro de que nos iban a judicializar. Otros no le creían, pensaban que nos iban a llevar a la estación y luego nos soltaban, que era por solo
hacer visaje. Fueron 15 minutos de camino-ambientados por un par de raperos que
improvisaban, entre ellos mi amigo con la súper mamá- hasta la estación de
Kennedy, la que queda detrás de una estación de bomberos.
Ahí sacaron a los menores de edad y luego empezaron a llamar
de a 3 o 4. Cuando me llamaron me esposaron con un pelao´que estudia licenciatura
en lengua castellana en la Santo Tomás. Un policía de por ahí 1.65mt, de tez morena
como de café aguado se haría cargo de nosotros de ahora en adelante. Mi papá ya
había llegado, pero no lo dejaron entrar a la estación, lo pude ver mientras me
subían a la Panel, la van donde la policía lleva a los capturados.
Verme con esas esposas me hacía sentir como si hubiera
matado a alguien, de todas maneras me dio risa la situación, lo absurdo de todo,
la locura de que lucir esas gafas me hacía merecedor de un delito. También
descubrí que nunca tomo en serio la gravedad de las cosas.
Llegamos a la URI de Kennedy, entramos y nos dejaron en un pasillo. Olía a mierda, no es una hipérbole, en serio olía a mierda, estaban haciéndole mantenimiento a las tuberías de los baños y olía a heces humanas de quién sabe cuántos años. Dijimos que nos dejaran en otro lado, es que ni el criminal más criminal de todos podría aguantarse ese olor mucho tiempo sin vomitar y preferir oler su vómito.
Llegamos a la URI de Kennedy, entramos y nos dejaron en un pasillo. Olía a mierda, no es una hipérbole, en serio olía a mierda, estaban haciéndole mantenimiento a las tuberías de los baños y olía a heces humanas de quién sabe cuántos años. Dijimos que nos dejaran en otro lado, es que ni el criminal más criminal de todos podría aguantarse ese olor mucho tiempo sin vomitar y preferir oler su vómito.
Salimos al parqueadero y nos comenzaron a preguntar unos
datos: cédula, acudiente, estatura etc., al final, debíamos firmar un documento
en el que aceptábamos que los policías nos habían tratado bien. Mis compañeros
de traslado- 5- firmaron, yo me rehusé, dije que en principio, si hubiera
tenido un buen trato, ni siquiera debía estar ahí. Uno de los policías me
insistió para que firmara, que ese papel solo decía que me estaban tratando
bien, yo le contesté que el primer punto de esa hoja decía que se me hizo saber
del delito que cometí y la razón de la captura, y a mí no me dijeron qué hice,
solo me empujaron al camión y ya. Obviamente eso le molestó, pero pues qué
hacemos. Nos volvieron a trasladar, ahora íbamos a la URI de Puente Aranda, nos
iban a judicializar por obstaculizar la vía púbica.
Estaba haciendo un calor infernal, el asiento de la Panel
hervía y uno de mis compañeros de traslado quería vomitar, no había ventanas.
El tipo con el que iba esposado me dijo: “tengo severa chucha”.
Llegamos a la URI de Puente Aranda , había unas 20 personas más. Ahí me reencontré con mis compañeros de camión, algunos me saludaron. Mi papá llegó con una tía un par de minutos después, me pasó dos Chocorramo con té a través de una reja, lo compartí con mis compañeros, ellos después compartieron galletas y jugos, es más, llegaron otros dos-acusados de fumar marihuana en un parque- con un almuerzo: carne, papas, arroz. Lo repartieron. Encontré más amabilidad en ese momento que en muchas ocasiones en la universidad.
Pasaban las horas y un policía se me acercó, y antes de que
dijera algo le pregunté: “¿Ustedes cómo hacen para acusarlo a uno sin tener
pruebas? ,es decir, usted me trajo aquí porque le dijeron que yo hice tal cosa,
pero no existen pruebas de nada” No dijo nada, y añadí “Yo era un transeúnte, y
me están presentando como alguien que obstaculiza la vía pública. Agente, esto
es un falso positivo judicial” Tampoco dijo nada.
Luego entró un tipo tembloroso, esposado, se sentó en el
piso, hablaba con un policía bachiller y a veces se reían. Uno de mis
compañeros le preguntó que por qué lo llevaban, que qué hizo, él contestó:
-Estaba re empericado y rompí el vidrio de una taquilla.
Cogí una… ¿cómo se llama? Bueno, era muy pesado y duro, la lancé y estallé el
vidrio.
-Él tuvo de frente al general Palomino, y el general le
dijo: usted será el primero en la cárcel- contó el policía bachiller.
- ¿Y a usted quién lo trajo acá? Preguntó mi compañero.
-Él- dijo el empericado señalando al bachiller.
Pasaron otras dos horas y los policías nos decían que no nos
iban a judicializar, que estaban esperando la Panel para llevarnos de nuevo a
la estación de Kennedy y hacernos una anotación que no involucraba hoja de
vida. Mis compañeros y yo nos alegramos, pero ocurrió algo… Llegó un superior
de la policía, el capitán Mora, el jefe de los patrulleros que nos llevaron a
la URI. Estaba emputado, le gritaba a los patrulleros pero no se le entendía
qué decía, solo logré descifrar “¿Por qué putas no se fijan a quién levantan?”
Minutos más tarde lo vi mostrándole fotos a mi papá y mi
tía, él decía: mire, mire. Mi tía solo se cogía la cara, mi conclusión al ver
ese gesto: vida hijueputa, me jodí.
Eran pasadas las seis de la tarde, el capitán estaba con
otros agentes, un señor vestido de civil y con mis dos familiares. Me llamaron
junto a mi compañero y a los dos capturados que tenía a cargo otro policía. El
que iba de civil les preguntó que por qué los llevaron, uno contó que estaba
grabando mientras la policía golpeaba a un señor, que la misma policía le rapó
el celular y lo cogieron de la expansión
que tenía en la oreja izquierda, se la arrancó y lo llevó agarrado para
capturarlo; el otro dijo que estaba corriendo en el tumulto y entre cuatro lo
subieron al camión; el tercero argumentó que entró a defender a una señora y un
policía lo golpeó y lo condujo a camión.
“Hay que soltarlos” dijo el Capitán, y añadió “¿Pero por qué
los soltamos?... Doctora, ayúdenos a mirar qué ponemos porque no sabemos”
Firmamos una anotación y nos dejaron libres.
A pesar de haber usado los mismos argumentos que yo, mi tía
logró hacer mucho por provocar la salida. Luego me enteré que la fiscal
encargada de la URI de Puente Aranda le dijo a los policías: “¿Ustedes los
trajeron sin tener pruebas?” Ellos le contestaron: “Pero doctora, necesitábamos
los positivos”, y ella contestó: “¿O sea que los positivos están por encima de
la dignidad de las personas? Miren a ver cómo solucionan eso”.
Mientras salía una señora gritó: “Claro, como tiene palanca”,
al principio me pareció fastidiosa, luego pensé que tenía razón, que hay-seguramente-
muchas personas en mi misma situación, capturados injustamente, pero que por no
saber o no tener a alguien que sepa presionar, manchan sus hojas de vida, pasan
días o hasta años pagando por algo que no hicieron, todo porque la policía
parece que no entiende de argumentos, sino de jerarquías de poder.
PD: también entendí que debo cambiar las gafas. Hubiera preferido que me las quitaran y haber conservado los cordones rojos.
PD: también entendí que debo cambiar las gafas. Hubiera preferido que me las quitaran y haber conservado los cordones rojos.
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