jueves, 7 de agosto de 2014

De cómo mis gafas oscuras casi hacen que me judicialicen

Esto tenía que pasar. La razón por la que uso gafas oscuras es que hace un mes tuve una operación láser que me obliga a usarlas  durante tres meses. Sí, me veo como sicario. Hasta ahí, entendible. Pero hay una serie de hechos que me hacen pensar que el destino se confabuló contra mí para terminar esposado y acusado por obstruir la vía pública.

Primer hecho: hace mes y medio supe cómo quedaría mi horario de clases, celebré que los miércoles no iría a la universidad y pensé disponer ese día para cosas varias.

Segundo hecho: el control médico semanal- luego de la operación- fue el 17 de julio. Ese día definí la fecha de la siguiente cita, que debía ser un mes exacto luego de la cirugía pero no se podía porque caía un domingo, entonces me aconsejaron hacerla entre semana; no pude asignarla para ninguna hora en la mañana del lunes, martes o viernes porque estudio, y por la tarde no había cupo. Tampoco el jueves porque era festivo, el único espacio disponible: a las 9a.m. del maravilloso miércoles que tenía libre. Recuerdo que me dije a mí mismo: muy áspero yo.

Tercer hecho: el día de la cita médica había protestas por el mal servicio de Transmilenio que impedían que los buses rojos transitaran, una de las estaciones afectadas, a las 7a.m. era Portal Américas- la estación más al occidente de la ciudad- pero yo no necesitaba llegar hasta allá, sino a Banderas, que es un par de paradas más cerca. De ahí cojo el alimentador 8-2 y camino, así que no lo vi grave.

Estos tres hechos trabajaron armónicamente para dejarme, horas después, en un camión de la policía, sin cordones, sin cinturón y con el pantalón roto.

Cuando llegué al examen la oftalmóloga me preguntó: ¿Cómo estás?, yo le respondí que mal, creo que no me escuchó- como la mayoría de doctores- y me volvió a preguntar que cómo me sentía, y le repetí: mal. Ahí cayó en la cuenta de mi respuesta y dijo: ¿Cómo así? Y le conté que para llegar tuve que caminar desde la estación de Mundo Aventura- dos estaciones antes de Banderas- porque había gente bloqueando Transmilenio,  pero “todo pacífico”. Además, le recordé que mi cita era originalmente a las 9 a.m. pero tuve que reprogramarla a las 11. Me atendieron a las 11:20.

Las conclusiones de la cita: ya puedo ver perfecto, de lejos y de cerca. Puedo meterme a piscina, mar, sauna, jacuzzi- o sea, puedo hacer lo que nunca hago- y lo más feliz de todo: PUEDO VOLVER A JUGAR FÚTBOL. Lo malo: tengo que seguir usando estas gafas de raponero por dos meses más.

Salí más feliz que achicopalado, “Lo de las gafas no es grave, parecer no es lo mismo que ser. Además lo de ñero es solo por molestar” pensé- es que en la universidad me dicen que luzco como el “Viejo Javi”, el ñerruco de Pandillas Guerra y Paz-.


Caminé hacia Banderas pensando que lo del portal de las Américas se había disipado y que todo estaba bien. Vi que había gente tomando Transmilenio sin ningún problema, parecía que el sistema se había reestablecido.

En una esquina, estando a unos 50 metros de la estación vi que unos policías subían- a la fuerza- a un tipo a un camión. Mi lectura del hecho: qué visaje.

Me quedé junto al camión por dos cosas: primero, mi semillero de investigación es sobre sonidos de Transmilenio, así que pensé que captar audio sobre cómo levantan a los manifestantes. Podría servir de algo; segundo, en Banderas había ESMAD (Escuadrón Móvil Anti Disturbios), lo que quería decir que las cosas no estaban tan calmadas como parecía. Además, estar cerca de la policía me garantizaría algo de seguridad. Estuve ahí unos 15 minutos.

Uno de los policías me preguntó: -“¿Qué está haciendo?”, le respondí que esperaba el transporte. Me contestó que por qué lo esperaba ahí, y le dije que no me metía a la estación porque no se veía segura. Uno de los patrulleros refutó: “¿Por qué no espera en otro lado?”- ahí pensé: esto se puede poner feo- y le contesté “Bueno”, pero cuando me iba a ir un policía dijo “Cójalo, cójalo y que espere transporte arriba”, yo pregunté que por qué, dije que no tenían razones para subirme y entre tres policías me cogieron los brazos y a empujones me encaramaron al camión.

“Ese debe ser de la Nacional o de la Pedagógica, esos que se la pasan jodiendo” dijo uno de los policías mientras otro me rapó el celular y buscaba supuestos videos que grabé, yo le dije que no estudiaba ahí, que era periodista, y el que tenía mi celular dijo riéndose: “Ahh, es periodista, a este toca darle peor”. El man no sabía cómo mirar en mi celular, le expliqué cómo, no encontró videos, me puteó unas 8 veces y me hizo quitar los cordones para que no me ahorcara adentro del camión, también me hizo dejar sobre el suelo  el cinturón que llevaba puesto.

Cuando me encerraron, el policía continuaba buscando fotos, grabaciones o lo que fuera en el celular, le quitó la carcaza buscando una memoria SD para quedarse con ella, ¡menos mal no tenía!, y me lo devolvió. Luego me enteré que a uno de los que estaban en el camión, le quitaron la SIM y se la botaron, y a otro un policía le robó el iPhone.

Luego subieron a otro man, el mismo policía que buscó videos en mi celular le cortó los cordones con una navaja, tras las rejas le dije que no tenía pruebas ni argumentos para subirme, que lo único que tenía era una sospecha porque yo llevaba puestas unas gafas oscuras, al man le valió huevo e hizo como que no oía. En ese momento entendí que la policía no entiende de argumentos.

Me hice amigo de un man- el mismo al que le robaron la SIM- decía que le pegaron y eso hacía ilegal la aprehensión, que iba a llamar a la mamá para que lo sacara de ahí. El tipo estaba convencido de que la mamá tenía más poder que los policías y que fuera como fuera, cuando ella llegara, todos la obedecerían y él saldría libre. Le regalé un par de minutos para que la llamara. Yo llamé a mi mamá también, no pensé en llamar a mi papá porque es re trágico y quién sabe qué se imagina, pero tras hablar con mi mamá luego llamó mi papá enterado de todo. Le dije lo que pasó, obviamente creyó que era mentira y que yo estaba levantándome en contra del Estado y blablablá. Al final dijo que ya iba a ayudarme.

Veinte minutos más tarde nos cambiaron de camión “Hay que llenar la cuota para transportarlos”, le entendí a uno, en el otro camión había 3 menores de edad, un tipo de unos 50 años y el resto era gente entre 18 y 26, más o menos. No había mujeres.

Uno de los que estaba en el camión tenía rota la frente, le pegaron con un bolillo y tenía un chichón como del tamaño de un durazno pequeño, le dije que si le podía tomar una foto y me dijo que claro: 





Todos especulaban acerca de adonde  íbamos. Uno de ellos, con algo de experiencia en el tema, decía que ya tenía antecedentes por tráfico de estupefacientes, y que estaba seguro de que nos iban a judicializar. Otros no le creían, pensaban que nos iban a llevar a la estación y luego nos soltaban, que era por solo hacer visaje. Fueron 15 minutos de camino-ambientados por un par de raperos que improvisaban, entre ellos mi amigo con la súper mamá- hasta la estación de Kennedy, la que queda detrás de una estación de bomberos.
 
Ahí sacaron a los menores de edad y luego empezaron a llamar de a 3 o 4. Cuando me llamaron me esposaron con un pelao´que estudia licenciatura en lengua castellana en la Santo Tomás. Un policía de por ahí 1.65mt, de tez morena como de café aguado se haría cargo de nosotros de ahora en adelante. Mi papá ya había llegado, pero no lo dejaron entrar a la estación, lo pude ver mientras me subían a la Panel, la van donde la policía lleva a los capturados.

Verme con esas esposas me hacía sentir como si hubiera matado a alguien, de todas maneras me dio risa la situación, lo absurdo de todo, la locura de que lucir esas gafas me hacía merecedor de un delito. También descubrí que nunca tomo en serio la gravedad de las cosas.

Llegamos a la URI de Kennedy, entramos y nos dejaron en un pasillo. Olía a mierda, no  es una hipérbole, en serio olía a mierda, estaban haciéndole mantenimiento a las tuberías de  los baños y olía a  heces humanas de quién sabe cuántos años. Dijimos que nos dejaran en otro lado, es que ni el criminal más criminal de todos podría aguantarse ese olor mucho tiempo sin vomitar y preferir oler su vómito.

Salimos al parqueadero y nos comenzaron a preguntar unos datos: cédula, acudiente, estatura etc., al final, debíamos firmar un documento en el que aceptábamos que los policías nos habían tratado bien. Mis compañeros de traslado- 5- firmaron, yo me rehusé, dije que en principio, si hubiera tenido un buen trato, ni siquiera debía estar ahí. Uno de los policías me insistió para que firmara, que ese papel solo decía que me estaban tratando bien, yo le contesté que el primer punto de esa hoja decía que se me hizo saber del delito que cometí y la razón de la captura, y a mí no me dijeron qué hice, solo me empujaron al camión y ya. Obviamente eso le molestó, pero pues qué hacemos. Nos volvieron a trasladar, ahora íbamos a la URI de Puente Aranda, nos iban a judicializar por obstaculizar la vía púbica.

Estaba haciendo un calor infernal, el asiento de la Panel hervía y uno de mis compañeros de traslado quería vomitar, no había ventanas. El tipo con el que iba esposado me dijo: “tengo severa chucha”.


Llegamos a la URI de Puente Aranda , había unas 20 personas más. Ahí me reencontré con mis compañeros de camión, algunos me saludaron. Mi papá llegó con una tía un par de minutos después, me pasó dos Chocorramo con té a través de una reja, lo compartí con mis compañeros, ellos después compartieron galletas y jugos, es más, llegaron otros dos-acusados de fumar marihuana en un parque- con un almuerzo: carne, papas, arroz. Lo repartieron. Encontré más amabilidad en ese momento que en muchas ocasiones en la universidad.

Pasaban las horas y un policía se me acercó, y antes de que dijera algo le pregunté: “¿Ustedes cómo hacen para acusarlo a uno sin tener pruebas? ,es decir, usted me trajo aquí porque le dijeron que yo hice tal cosa, pero no existen pruebas de nada” No dijo nada, y añadí “Yo era un transeúnte, y me están presentando como alguien que obstaculiza la vía pública. Agente, esto es un falso positivo judicial” Tampoco dijo nada.

Luego entró un tipo tembloroso, esposado, se sentó en el piso, hablaba con un policía bachiller y a veces se reían. Uno de mis compañeros le preguntó que por qué lo llevaban, que qué hizo, él contestó:

-Estaba re empericado y rompí el vidrio de una taquilla. Cogí una… ¿cómo se llama? Bueno, era muy pesado y duro, la lancé y estallé el vidrio.

-Él tuvo de frente al general Palomino, y el general le dijo: usted será el primero en la cárcel- contó el policía bachiller.

- ¿Y a usted quién lo trajo acá? Preguntó mi compañero.

-Él- dijo el empericado señalando al bachiller.

Pasaron otras dos horas y los policías nos decían que no nos iban a judicializar, que estaban esperando la Panel para llevarnos de nuevo a la estación de Kennedy y hacernos una anotación que no involucraba hoja de vida. Mis compañeros y yo nos alegramos, pero ocurrió algo… Llegó un superior de la policía, el capitán Mora, el jefe de los patrulleros que nos llevaron a la URI. Estaba emputado, le gritaba a los patrulleros pero no se le entendía qué decía, solo logré descifrar “¿Por qué putas no se fijan a quién levantan?”

Minutos más tarde lo vi mostrándole fotos a mi papá y mi tía, él decía: mire, mire. Mi tía solo se cogía la cara, mi conclusión al ver ese gesto: vida hijueputa, me jodí.

Eran pasadas las seis de la tarde, el capitán estaba con otros agentes, un señor vestido de civil y con mis dos familiares. Me llamaron junto a mi compañero y a los dos capturados que tenía a cargo otro policía. El que iba de civil les preguntó que por qué los llevaron, uno contó que estaba grabando mientras la policía golpeaba a un señor, que la misma policía le rapó el celular y lo cogieron  de la expansión que tenía en la oreja izquierda, se la arrancó y lo llevó agarrado para capturarlo; el otro dijo que estaba corriendo en el tumulto y entre cuatro lo subieron al camión; el tercero argumentó que entró a defender a una señora y un policía lo golpeó y lo condujo a camión.

“Hay que soltarlos” dijo el Capitán, y añadió “¿Pero por qué los soltamos?... Doctora, ayúdenos a mirar qué ponemos porque no sabemos”

Firmamos una anotación y nos dejaron libres.

A pesar de haber usado los mismos argumentos que yo, mi tía logró hacer mucho por provocar la salida. Luego me enteré que la fiscal encargada de la URI de Puente Aranda le dijo a los policías: “¿Ustedes los trajeron sin tener pruebas?” Ellos le contestaron: “Pero doctora, necesitábamos los positivos”, y ella contestó: “¿O sea que los positivos están por encima de la dignidad de las personas? Miren a ver cómo solucionan eso”.

Mientras salía una señora gritó: “Claro, como tiene palanca”, al principio me pareció fastidiosa, luego pensé que tenía razón, que hay-seguramente- muchas personas en mi misma situación, capturados injustamente, pero que por no saber o no tener a alguien que sepa presionar, manchan sus hojas de vida, pasan días o hasta años pagando por algo que no hicieron, todo porque la policía parece que no entiende de argumentos, sino de jerarquías de poder.

PD: también entendí que debo cambiar las gafas. Hubiera preferido que me las quitaran y haber conservado los cordones rojos.

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