martes, 1 de julio de 2014

De vuelta y con otro semblante

Escribir estando feliz es tan complicado como describir el olor de un perfume luego de haber aspirado decenas de ellos.

Hubo una época, hace poco, en la cual escribía diariamente, las personas que veía en la calle eran una especie de pequeños textos que me daban ideas sobre cualquier cosa; por ejemplo, en frente de la Biblioteca Nacional vi a una señora de unos 60 años paseando a su gallina, la llevaba con collar y todo el cuento. Supuse que se arrepintió de torcerle el pescuezo cuando la gallina se quedó inmóvil, como presintiendo lo que sucedería y la miró a los ojos, ese momento le recordó a la señora la vez en que su abuela la mandó a coger una gallina para preparar el almuerzo y ella, que tenía 8 años, se la llevó lejos para que escapara, y así fue como, en vez de sancocho de gallina, en el almuerzo familiar hubo que pedir arroz chino.

Todos los días vi personas llorando, en mi grupo de amigos es normal, pero de camino a la universidad el llanto se deslizaba por diferentes texturas de piel en múltiples contextos: en un bus medio vacío, en un bus medio lleno, en un Transmilenio medio a punto de explotar, en la séptima con 19, por la Tadeo, por Las Aguas, por el Chorro de Quevedo, por el puente de la 26 con quinta, en fin, era curioso porque a pesar de sentirme como la peor persona del mundo, por cosas feas que pasaron, yo no lloraba, era como si la gente que veía extrapolara un sentimiento no quería que pululara más. Pero con tanta tristeza a mi alrededor era difícil que no me pasara nada, a veces creo que la tristeza se propaga más rápido que un viral de Youtube o un Spam de Twitter, Y PUM, ya no veía a la gente como detonadora de imaginación sino como inspiradora de desaliento. Cuando la tristeza me golpea me defiendo con escritura y notas musicales, así que llegó el tiempo de la catarsis en Word y el mareo sobre el piano.

Las entradas que en mayor cantidad y más rápido se han leído en este blogg fueron las de esa época, luego la vida se arregló, dejé de escribir y me dediqué a disfrutar el momento.

¡PERO NO ATEN CABOS AÚN! No volví a teclear porque esté triste, no, puede decirse que este es mi momento de plenitud, los días son más brillantes, el amor menos empalagoso y todavía falta la mitad del mundial. El propósito de esta nota es simplemente el de volver, estar activo, tanta paz mental en vacaciones es contraproducente, así que llegué a las siguientes conclusiones:

1. La gente te lee más cuando les cuentas tus tragedias y no tus logros.
2  Twitter no está hecho para gente feliz, si twiteas sobre tu felicidad y lo bien que te va en el amor, te dejan de seguir o te silencian, a menos que seas famoso.
3. Ser feliz no es tener una vida perfecta, es aprender a disfrutar los instantes, hasta los que uno quisiera que no se repitieran.
4. Nuestra violencia verbal es tan dura y abundante como la física.
5. Este país está tan jodido que nos matamos porque nos echan harina en el pelo.
6. Me voy a seguir poniendo las camisas de los equipos diferentes a Colombia para que pierdan, ya me puse la de Chile y Uruguay, estoy a la espera de la de Brasil.
7. Dani Alves se parece a Mugatu, el de Zoolander.
8. Cada vez que Javier Fernández le dice a Teófilo “Don Teo”, muere un panda bebé.
9. Ser feliz debería darme más motivos para escribir que los que me da estar bajo de nota
10. En realidad, el amor no es tan grave.
11. Soy re malo poniendo títulos
12. Ya no sé qué más concluir al respecto.

No todo ha sido perfecto, en estas dos semanas me orinó una perra, se me rompió la cama, se robaron los tacos de la luz, cortaron el gas por exceso de pago, me doblé el pie en una piscina sin agua y me vomitó un perro. Pero estoy feliz y seguiré escribiendo.

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