jueves, 1 de mayo de 2014

Sueño Distópico

Hay sueños que te hacen despertar con una sonrisota en la cara, duras todo el día acompañado de la inexplicable alegría que no se quita con nada, como si “padecieras” el síndrome de Malcom Maytt.

Hay otros que te destruyen, hacen contigo lo que quieren, matan a tus seres queridos, quieres gritar pero la voz no te sale, intentas correr pero tus piernas son tan débiles que caes y caes y caes sin poder entender por qué no puedes mantener el paso.

También existen los que mezclan realidad y ficción. Estás presente en una reunión familiar y de repente llega García Márquez en parranda con Escalona patrocinada por Juan Gossain, piden ron y ahora están en un pueblo de la costa atlántica y te mandan a traer cerveza porque llegó Silvestre Dangond y no puede cantar sin jugo de cebada previo a través de su garganta.

Pero hay otros que no sabes si clasificarlos como buenos o malos, aquellos que te hablan del futuro. Hace unas horas desperté del sueño que más me ha hecho sudar, no, no es ninguno erótico; por el contrario, lo sentí tan impersonal que me sentía Theodore, el protagonista de HER. Todo ocurrió viendo una pantalla, me postraba a sus pies, llorando, agitado. La pantalla mostraba una imagen que seguramente ya ocurrió hace unos meses en muchos sitios: se estaban besando. Ella, con sus labios rojos, que parecen pintados, rozaba los de él, fríos y carnudos. La foto se propagaba por todos lados, la comentaban diciendo “tan lindos”, “me alegra mucho por ustedes”, “son lo mejor que he visto”. Yo no hallé qué hacer, mi pecho acumulaba gritos imposibles de sacar, las manos me temblaban como si tuviera el parkinson más avanzado. Iba del perfil a la foto, la seguí involuntariamente, la dejé de seguir, la volví a seguir. Regresaba al inicio y había SPAM con la foto, cogí el celular, le escribí que por fin la entendí, que ya sabía qué sintió cuando le pasó algo similar, que me perdonara por no hacer las cosas bien, que necesitaba abrazarla. Pero todo eso no sabía si enviarlo en un mensaje de texto al celular o por whatsapp. Me tiene más bloqueado en redes sociales que la carrera séptima durante manifestaciones.

Desperté con un dolor en el pecho que a esta hora no se quita. Revisé el celular para mirar si lo había escrito o todo fue producto del sueño, efectivamente: no envié nada. También pasé por un álbum de fotos y la tal imagen no existe. Creo que hace mucho no despertaba producto de la angustia.


Solo debo entender que por fin, y después de tanto, ella está bien, haciendo su camino. Tiene a alguien que la cuide y logró seguir sin mirar atrás. Yo, por lo pronto, estoy en el proceso de verla caminar por la calle de la mano de él sin que me duela, de asumir la publicación de la foto que legitimará todo o peor aún, de presenciar en primera fila el momento en que esos labios que parecen pintados se juntan con los de él. Así ella lo niegue.  

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