Hay sueños que te hacen despertar
con una sonrisota en la cara, duras todo el día acompañado de la inexplicable
alegría que no se quita con nada, como si “padecieras” el síndrome de Malcom
Maytt.
Hay otros que te destruyen, hacen
contigo lo que quieren, matan a tus seres queridos, quieres gritar pero la voz
no te sale, intentas correr pero tus piernas son tan débiles que caes y caes y
caes sin poder entender por qué no puedes mantener el paso.
También existen los que mezclan
realidad y ficción. Estás presente en una reunión familiar y de repente llega
García Márquez en parranda con Escalona patrocinada por Juan Gossain, piden ron
y ahora están en un pueblo de la costa atlántica y te mandan a traer cerveza
porque llegó Silvestre Dangond y no puede cantar sin jugo de cebada previo a
través de su garganta.
Pero hay otros que no sabes si
clasificarlos como buenos o malos, aquellos que te hablan del futuro. Hace unas
horas desperté del sueño que más me ha hecho sudar, no, no es ninguno erótico;
por el contrario, lo sentí tan impersonal que me sentía Theodore, el protagonista
de HER. Todo ocurrió viendo una pantalla, me postraba a sus pies, llorando, agitado.
La pantalla mostraba una imagen que seguramente ya ocurrió hace unos meses en
muchos sitios: se estaban besando. Ella, con sus labios rojos, que parecen
pintados, rozaba los de él, fríos y carnudos. La foto se propagaba por todos
lados, la comentaban diciendo “tan lindos”, “me alegra mucho por ustedes”, “son
lo mejor que he visto”. Yo no hallé qué hacer, mi pecho acumulaba gritos
imposibles de sacar, las manos me temblaban como si tuviera el parkinson más
avanzado. Iba del perfil a la foto, la seguí involuntariamente, la dejé de
seguir, la volví a seguir. Regresaba al inicio y había SPAM con la foto, cogí
el celular, le escribí que por fin la entendí, que ya sabía qué sintió cuando
le pasó algo similar, que me perdonara por no hacer las cosas bien, que
necesitaba abrazarla. Pero todo eso no sabía si enviarlo en un mensaje de texto
al celular o por whatsapp. Me tiene más bloqueado en redes sociales que la
carrera séptima durante manifestaciones.
Desperté con un dolor en el pecho
que a esta hora no se quita. Revisé el celular para mirar si lo había escrito o
todo fue producto del sueño, efectivamente: no envié nada. También pasé por un
álbum de fotos y la tal imagen no existe. Creo que hace mucho no despertaba
producto de la angustia.
Solo debo entender que por fin, y
después de tanto, ella está bien, haciendo su camino. Tiene a alguien que la
cuide y logró seguir sin mirar atrás. Yo, por lo pronto, estoy en el proceso de
verla caminar por la calle de la mano de él sin que me duela, de asumir la
publicación de la foto que legitimará todo o peor aún, de presenciar en
primera fila el momento en que esos labios que parecen pintados se juntan con
los de él. Así ella lo niegue.
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