miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un momento de felicidad

Y pareciera que tuvieran brillo propio, que no es la luz aquella que ilumina su mirada sino su vista la que da claridad a la luz. Como quien se pierde en un túnel me pierdo yo cuando los veo. Es irónico, en un túnel no es descabellado que alguien se pierda por falta de luz, en sus ojos me pierdo por exceso de ella. ¿El color?, un oculista los vería de color miel, pero a él solo le importa que tengas defectos visuales para venderte las gafas que no usas. Un poeta diría babosadas románticas para idealizarlos, un músico les compondría una canción, un periodista haría un reportaje sobre ellos. Pero yo, que no soy lo uno ni lo otro cumplo con no olvidarlos.

Los he visto tan poco tiempo, escasas veces los he tenido cerca, con decirles que he observado en más ocasiones el amanecer al lado del mar (y vivo en Bogotá). La sensación es comparable, junto al mar oigo el oleaje, las aves que comienzan a cantar, oigo mis pensamientos con un extraño eco, me lleno de paz, de tranquilidad, de seguridad; pero el momento acaba, llega gente, los pájaros se van y se pierde el eco de lo que pienso. Frente a tus ojos me siento como ese hombre junto al mar, contrito por no ser digno de ver unas pupilas tan puras, nervioso porque se concentran en mi y en mis labios, y finalmente, acongojado, porque al igual que el momento en la playa, todo acabará y tus ojos dejarán de verme.

En ese momento fui feliz, en el efímero instante en que para sus perfectos ojos  lo único por ver era yo. ¿Pero acaso un solo momento de felicidad no basta para toda la vida de un hombre?

jueves, 15 de diciembre de 2011

Un hincha indignado

Ésta es una especie de columna-crónica (me acabo de inventar eso) de lo que vive un hincha en el estadio el Campín.

El ingreso de las barras al estadio El Campín para un partido clase A, que hace referencia a un clásico o unas instancias finales, se hace regularmente 4 horas antes de la hora del juego. La gente animada llega con bombos, banderas, sombrillas, papel picado, y lo más importante: Con la camiseta puesta. Se hacen las requisas respectivas y los dueños de las banderas corren por un lugar en los frentes de oriental, los de sur ya están asignados, en occidental casi no hay, y en norte, según el equipo local las ponen o no.

Los jefes de las barras colocan banderas, sombrillas, ruanas, ponen las maletas o lo que se les ocurra para apartar los puestos. Media hora, o cuarenta minutos luego que las barras hayan entrado se abren las puertas del estadio para la otra parte público. Ni los periodistas deportivos de la ciudad que dicen estar con el fútbol capitalino llegan tan temprano. Y la gente, que no gana un peso por ir a ver un partido deja lo que tiene que hacer por ir. 26 mil pesos la boleta en oriental, casi lo que hoy el banco de la república en reunión con muchos otros aprobaron para el aumento del salario mínimo.

Entonces imaginemos eso, tratemos de entenderlo, 4 horas previas al encuentro y ya hay gente en el estadio, preparando la fiesta, poniendo las banderas, apartando los puestos de aquellos que dejan para última hora la entrada al estadio. ¿Qué ocurre antes de comenzar el partido? Los hinchas corren por conseguir un lugar cómodo, les dicen que ya están apartados, algunas veces se insultan, la policía mira, solo mira. 

Los equipos llegan al estadio, de a poco se van llenando las tribunas, comienzan los cantos, la gente está ilusionada por ver un triunfo, luego de un rato los jugadores salen a calentar, se gritan sus nombres, se aplauden, se cantan, ¿y al equipo rival? Lo chiflan. 


Va a  comenzar el encuentro, ambos equipos en la cancha y rueda el balón. ¿Qué pasará por la mente de los jugadores? Por la de los hinchas está claro: Tenemos que ganar, pero por la otra parte no sabemos, o por lo menos yo no lo sé, entonces, cuando el equipo no funciona, las cosas no salen como el hincha espera, viene lo que menos se puede pensar cuando las cosas salen mal: “A GANAR, SÍ SE PUEDE, ADELANTE”. Ese es el mensaje general de todos los cánticos, se anima, se da fuerza, se empuja. El hincha, si pudiera, se metería en la cancha para jugar, llevaría el balón hasta el otro arco, ¿por qué?: POR AMOR, eso representa para el hincha su equipo de fútbol, una pasión, un gusto, un esfuerzo, una alegría, y nuestro caso, para el fútbol bogotano, hoy,  una tristeza. ¿Quién nos da fuerza cuando nos sentimos derrotados?, ¿quién nos da la palmada en la espalda y dice: Vamos pa´adelante? El papá, la mamá, un amigo, un hermano. ¿Quién reconforta a un equipo que pierde? Un hincha, solo un hincha, ni los periodistas que se vanaglorian de su capacidad para generar opinión, crear conciencia y todo lo que se supone deben hacer, se encargan de darle esa palmada en la espalda al equipo, porque son ellos, los hinchas, quienes 4 horas antes están ahí, armando todo, aguantando tempestades, insolaciones, malos tratos, algunos hasta hambre por ver al equipo, y ¿para qué?,  para otra vez consolarse con la gastada y barata consolación: El otro año será. Por favor, una hinchada que no ha visto campeón a su equipo en más de dos décadas no puede seguir premiando el fracaso con eso, la mayoría dice: Es que los directivos bla bla bla, ¿y qué con los directivos?, lo de ayer en Barranquilla y hoy en Bogotá no tiene nada que ver con los directivos, LOS JUGADORES, ellos, quienes no saben por lo que tiene que pasar un hincha para conseguir una boleta y con eso pagarles el sueldo, no, ellos no lo saben, y si lo saben, no lo demuestran. Usted señor lector me dirá: Y acaso ¿usted sabe lo que pasa en la mente del jugador?, claramente no, no lo sé, pero estoy seguro que a ese jugador no le interesa saber lo que hace su hinchada por ir a verlo, o me va a decir que salir cagado de la risa luego de la eliminación es un gesto de sentir la camiseta, de entender al hincha, bien ido José Adolfo Valencia, que se largue.

Al finalizar el encuentro en Bogotá se oyen unos tímidos aplausos en oriental. En este momento reconozco que salí de mis casillas, lo único que se me vino a la mente fue gritar, gritar desesperado y herido: ¿Por qué aplauden?, ¿aplaudir qué?, ¿que perdimos?, 36 años con la misma vaina para que salgan con ni mierda, no sienten la camiseta, nos aguantamos el aguacero de ayer, algunos dejaron de trabajar por venir, ¿para que salgan con ni mierda? ¿Para qué?, ¿para qué? No sé si fue la fuerza de mi voz o el dolor de hincha que tenía en ese momento la razón por la que voltearon a verme y dejaron de aplaudir. Luego de eso, peor que salir chiflado, el equipo salió sin oír nada, el silencio desgarrador que viene luego de perder.

La mayoría abandonó el estadio rápido, pitó el juez, la ilusión ida y abrazando la consolación, algunos a los que nos cuesta asimilar la derrota nos quedamos sentados, comenzaron a sonar gritos y estruendos. Aquellos que se hacen llamar hinchas botaban y pateaban las vallas de seguridad, botan piedras hacia donde estaban los seguidores del Caldas, no sé si habrán hecho algo más, no lo vi. Agarrado a los barrotes y viendo como alborotaban todo, cómo esa gente expresaba su ira producto de la desazón de la derrota pateando cosas y agrediendo gente volví a gritar: Ustedes no son hinchas, ¿para qué lo hacen?, no vuelvan al estadio, no se merecen volver. Luego de eso, una mujer que trabajaba en la logística muy decentemente me pidió el favor de abandonar el estadio, le respondí que a dónde me iba, a donde están rompiendo cosas? Ella contestó que solo saliera de la tribuna, que me quedara dentro del estadio. Hice caso, iba saliendo y había un policía, de esos que cuando se presentaron inconvenientes antes y durante el partido, solo miró. “Aprendan a perder” me dijo. Con el dolor más grande, con la ira que me provocó sus palabras me di vuelta y respondí: ¿Aprenda a perder?, ¿le parece que esto es no saber perder?, ¿le parece entonces que los que están afuera haciendo un mierdero saben perder?, ¿usted por qué habla de saber perder?, respete el dolor de un hincha, respételo, haga valer su uniforme, salga y haga algo, pero no, como le queda grande. Afuera había llegado un carro tanque, policía metropolitana, en fin, cerraron las puertas del estadio para evitar problemas. Ahí estuvimos más de una hora.

El dolor de la derrota es grande, y más cuando se da a punto de una final. Reconocer nuevamente el acompañamiento de la hinchada (que va al estadio), que alienta, que sufre, que llora, que vence dificultades para ir a ver a su equipo, pero esto no puede continuar, Bogotá necesita títulos, no pañitos de agua tibia como la Copa Postobon, no consolaciones de participación en copas internacionales, necesita estrellas en su escudo, necesita salir campeón.

martes, 13 de diciembre de 2011

Amar a varias mujeres


El hombre, y cuando hablo de hombre me refiero al género masculino, ha vivido cambios en cuanto a cómo lo ven las  mujeres, antes, un hombre que tuviera gran cantidad de mujeres a su lado era todo un ejemplo, era deseado porque aseguraba protección y tener el poder adquisitivo para conseguir varias esposas hacían de él todo un dios, y cómo no: Los demás hombres lo veían como el objetivo al cual apuntar, el ego lo tenía  tan alto como lo debe tener Dios luego que cientos de personas, a veces miles, se reúnen  para recordarle cuán importante es,  qué decir si tiene muchos hijos, la descendencia era primordial, y lo último y más importante: tener mujeres con quien tener sexo en cualquier momento, libremente y sin necesidad de oír reclamos como: “Usted me engañó”, “yo lo amaba y me hace esto”, “no lo quiero volver a ver” y toda la palabrería que usted como lector ha oído, o ha dicho.

Como lo decía antes, era una fortuna, una bendición, un privilegio, eso sí, había que responder para mantener a todas las mujeres, ¿pero quién no lo haría si se evita la cantaleta de una mujer irritada? Ahora lo que sucede cuando un hombre tiene varias mujeres es que le caen los moralistas, o los que se las dan de eso, a decirle: irresponsable, promiscuo, pecador, o sencillamente perro.  Usted podrá estar pensando: ¿Qué le pasa a este tipo?, ¿Por qué dice eso?, y es lógico que lo haga, suena sexista, machista, pedante, pero así sucedía antes, el hombre disfrutaba ese estatus de dios que tenía por estar con varias mujeres, trato de comprenderlo, por tal razón atribuyo al dinero y la cultura el derecho que por ese entonces (y en algunos casos ahora) permitía tener varias mujeres, tal vez no lo hacía solo por evitarse la cantaleta, lo hacía porque amaba el sexo, porque le fascinaban las orgías, o sencillamente, porque las amaba a todas.

Y ahora que no me caigan los discursos feministas en contra de estar con varias mujeres, porque ese, el hecho de estar con muchas, es solo una posibilidad para amar a varias, porque así como usted, quien lee esto, tendrá una madre, una hermana, una abuela,  una amiga, una novia, una esposa, una amante, una amiga con derechos, un amor platónico, un gusto por otra mujer o lo que sea parecido, sabrá que existen maneras distintas de querer. Claramente no es el mismo amor que se siente por la madre, que el que se siente por la esposa, por la hija, por la abuela, pero es amor, y ¿cómo se sabe?, se discute todos los días acerca del amor por Facebook, Blogger, Twitter, Blaving, en los núcleos familiares, con los amigos. El día en que se deje de hablar sobre amor la vida cambiará de sentido. En esas discusiones definir el amor es imposible, yo me atreví a definirlo:

“Sensación desinteresada con sentido de servicio que busca no solo la felicidad propia sino la del otro. Una combinación de hormonas segregadas por el hipotálamo que son transportadas a través del torrente sanguíneo.  Maneja un concepto totalmente diferente hacia lo que se piensa como belleza, pues el amor es la idealización de lo que deseamos, una compañía gratificadora en donde lo material pasa a ser segundo plano. Posee una característica especial, necesita de tiempo, instantes junto al otro, es la visión de un sueño hecho realidad, la idealización platónica que busca la perfección del ser para la construcción de una realidad verdaderamente humana.”

Y me dirán: Repitió idealización. Pero eso es, es una construcción, uno puede amar a la mamá sin saber que eso se llama amor, pero luego le va dando sentido a esa palabra, por tanto mi necesidad de definirla. Es una definición arbitraria, claro, tan arbitraria como el estructuralismo que me determina qué es cada cosa, que el verde es verde, que el árbol es un árbol, tan arbitraria como decir: Dios existe, tan arbitraria como decir que no es verdad.

Y entonces, ¿Se puede amar a varias mujeres? Sí, se puede, y si usted es muy romántico me dirá: Pero ya lo sabemos, amores distintos hay, pero cuando hay una relación tipo noviazgo o matrimonio no se debe amar a dos mujeres. Yo le respondo: Pensemos en el amor basado en tres componentes: Sentimental, sexual e intelectual. Al primero lo definiríamos como el apoyo, el entendimiento, la virtud, la paciencia etc; al segundo, como el gusto físico, no digo que se la pasen follando, sino que exista la llamada química que permita la conexión; el tercero, entendido como la particularidad de hablar, hablar y hablar, en donde uno aprenda del otro, que no se quede en banalidades. Por separado suena bonito no?, ahora dígame usted: ¿Es fácil conseguir todo en una persona?, creo que su respuesta sería no, así como hay formas distintas de querer, hay formas distintas de ser y no todos ofrecen  eso, por tal razón algunas personas se valen de ese triángulo sentimiento—sexo-inteligencia para tener una mujer por cada uno, otros tienen una mujer con dos de esas características y buscan la otra parte con otra persona, algunos, muy afortunados encontraron todo en una. 

No critico, no repruebo, pienso que sí se pueden amar a varias mujeres, es sólo una de las tantas maneras de vivir, y así como se aman varias mujeres, ellas bien pueden amar a varios hombres.