Para escribir este texto tengo que olvidarme de usted, será
difícil, porque es usted la razón por la cual lo escribo.
Cuando el presidente de Bancolombia, Carlos Raúl Yepes, dijo
que valoraba mucho las cosas pequeñas de la vida, lo primero que pensé fue: “Pues
obvio, ese man tiene todo el tiempo que le da la tranquilidad de no tener que
pensar en plata. Así es muy fácil dejarse maravillar por lo simple”. Y es que a
las personas que andan pensando si el
dinero que llevan les alcanza para comer al día siguiente, les queda jodido
detenerse a mirar un atardecer arrebolado, o suspirar por el olor de alguien
que pasó por el lado y los conectó con algún recuerdo. El que se paraliza para
dejarse consumir por una sensación, fijo llega tarde al trabajo y pierde el
empleo.
La tranquilidad que genera la estabilidad económica es
indiscutible, pero no es la plenitud.
A mí no me pagan mi práctica profesional, pero no ha sido
algo que me haya trasnochado o me genere inquietud, gracias a Dios, el destino,
Gokú, Homero Simpson o al que sea, tengo una familia que me ayuda
económicamente, pero aun así, sin tener preocupación por el dinero, durante bastante tiempo ignoré las escenas
llenas de esperanza que ocurrían en el entorno de mi caminar, por eso no podría
decirles qué cosas pasaron, sencillamente ni me fijé.
Hace poco la alcaldía de Bogotá capacitó en oficios varios-
como tejido- a habitantes de la calle, dieron la noticia por televisión y el
periodista le preguntó a una de las beneficiadas “¿Qué se siente recibir un
diploma?” y ella rompió en llanto, dijo que no pensaba que eso fuera a suceder
un día, y aprovechaba el momento para saludar a su hermana, que no la veía
desde que tenía 13 años cuando decidió irse a buscar más bazuco en la calle, “Ella
me decía que yo era la niña de la casa, ojalá me esté viendo que yo sé que se
acuerda de mí” dijo la señora. Un
diploma, un simple pedazo de cartón que diga que se sabe hacer algo, le hacía
falta a una mujer que creía que solo era capaz de consumir droga.
No todas las escenas tienen que ser tan fuertes, este fin de
semana iba caminando con mi primo de 5 años por una calle de Melgar, me dijo
que si me sabía la canción de Bob Esponja, le dije que sí y comencé a cantarla
intentando imitar la voz del tipo que la interpreta, ¡Nunca había visto a mi
primo reír tanto! A eso se le sumó mi hermana- de 8 años- y un señor que cantó “BOB
ESPONJA, BOB ESPONJA” cuando pasamos cerca de una tienda. Cosas pequeñas,
sonrisas impensadas y alegría sincera.
Además los memes del Fuicioso, ¡Ah historia dura la de
Fabián, el Fuicioso! Pero cuánta sonrisa ha causado la forma de ser de este
personaje. Nunca sabemos a quién podemos salvar con el simple hecho de tener
buena energía.
Concluí entonces que mi idea de que el presidente de
Bancolombia disfruta de los detalles porque no se preocupa por plata, es falta
de todo sentido y veracidad, seguramente, muchas personas con dificultades
económicas no han dejado de cantar una canción que los regresa a la infancia, o
no han dejado de reírse con los memes del Fuicioso así tengan todas las deudas
del mundo, más aún, se han detenido por un instante en la calle cuando el aroma
de algún cualquiera les revuelve el estómago y los transporta en el tiempo.
En fin, desde que usted no está cada día tiene más detalles,
más cosas por contar… Y es paradójico que haya tenido que olvidarla para
escribir sobre las cosas buenas, cuando en una época, usted significó todo lo
bueno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario