domingo, 5 de abril de 2015

El afán por no detenerse

Para escribir este texto tengo que olvidarme de usted, será difícil, porque es usted la razón por la cual lo escribo.

Cuando el presidente de Bancolombia, Carlos Raúl Yepes, dijo que valoraba mucho las cosas pequeñas de la vida, lo primero que pensé fue: “Pues obvio, ese man tiene todo el tiempo que le da la tranquilidad de no tener que pensar en plata. Así es muy fácil dejarse maravillar por lo simple”. Y es que a las personas que  andan pensando si el dinero que llevan les alcanza para comer al día siguiente, les queda jodido detenerse a mirar un atardecer arrebolado, o suspirar por el olor de alguien que pasó por el lado y los conectó con algún recuerdo. El que se paraliza para dejarse consumir por una sensación, fijo llega tarde al trabajo y pierde el empleo.

La tranquilidad que genera la estabilidad económica es indiscutible, pero no es la plenitud.

A mí no me pagan mi práctica profesional, pero no ha sido algo que me haya trasnochado o me genere inquietud, gracias a Dios, el destino, Gokú, Homero Simpson o al que sea, tengo una familia que me ayuda económicamente, pero aun así, sin tener preocupación por el dinero,  durante bastante tiempo ignoré las escenas llenas de esperanza que ocurrían en el entorno de mi caminar, por eso no podría decirles qué cosas pasaron, sencillamente ni me fijé.

Hace poco la alcaldía de Bogotá capacitó en oficios varios- como tejido- a habitantes de la calle, dieron la noticia por televisión y el periodista le preguntó a una de las beneficiadas “¿Qué se siente recibir un diploma?” y ella rompió en llanto, dijo que no pensaba que eso fuera a suceder un día, y aprovechaba el momento para saludar a su hermana, que no la veía desde que tenía 13 años cuando decidió irse a buscar más bazuco en la calle, “Ella me decía que yo era la niña de la casa, ojalá me esté viendo que yo sé que se acuerda de mí” dijo la señora.  Un diploma, un simple pedazo de cartón que diga que se sabe hacer algo, le hacía falta a una mujer que creía que solo era capaz de consumir droga.

No todas las escenas tienen que ser tan fuertes, este fin de semana iba caminando con mi primo de 5 años por una calle de Melgar, me dijo que si me sabía la canción de Bob Esponja, le dije que sí y comencé a cantarla intentando imitar la voz del tipo que la interpreta, ¡Nunca había visto a mi primo reír tanto! A eso se le sumó mi hermana- de 8 años- y un señor que cantó “BOB ESPONJA, BOB ESPONJA” cuando pasamos cerca de una tienda. Cosas pequeñas, sonrisas impensadas y alegría sincera.

Además los memes del Fuicioso, ¡Ah historia dura la de Fabián, el Fuicioso! Pero cuánta sonrisa ha causado la forma de ser de este personaje. Nunca sabemos a quién podemos salvar con el simple hecho de tener buena energía.

Concluí entonces que mi idea de que el presidente de Bancolombia disfruta de los detalles porque no se preocupa por plata, es falta de todo sentido y veracidad, seguramente, muchas personas con dificultades económicas no han dejado de cantar una canción que los regresa a la infancia, o no han dejado de reírse con los memes del Fuicioso así tengan todas las deudas del mundo, más aún, se han detenido por un instante en la calle cuando el aroma de algún cualquiera les revuelve el estómago y los transporta en el tiempo.


En fin, desde que usted no está cada día tiene más detalles, más cosas por contar… Y es paradójico que haya tenido que olvidarla para escribir sobre las cosas buenas, cuando en una época, usted significó todo lo bueno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario