Carta escrita en algún diciembre.
Ojos cerrados. Manos temblorosas.
Corazón a mil. Corazón en mil.
¿No le parece increíble? Fue
nuestro último beso, el fin de las posibilidades, la culminación del ciclo. Supongo
que pasó, porque aún no ha pasado, todavía no nos damos el último beso.
Creo que se lo di porque aprendí
que no puedo dejar pasar las oportunidades, a esta hora mañana (12:26am) ya la
habré besado y estaré acostado, boca arriba, párpados cerrados buscando en mi
interior las razones por las que la quiero tanto, porque no concibo querer sin
razones, aunque no haya más razón misma que quererla.
Después de todo, nunca la esperé,
aunque sí la esperé, la esperé sin esperar, latente, latente…
- ¿Amor latente?
-Amor latente.
Como un fénix en letargo, que atrapado en una cueva de ónix es aturdido por el "NO” que fisura la rocosidad de su cerebro; pero que revive gracias al beso fugaz del año. Los suyos son labios que crean y acortan distancias. Finos, secos, que huelen a cerezas y saben a café.
Llegar, partir, extrañar, volver,
partir de nuevo. Partir definitivamente.
Ideas sueltas, pocas
conjunciones, ninguna conjetura, todo indeterminado, solo algo cierto: ella
huele a cerezas y sabe a café.
-¿Qué café?
- Cargado, de ese que acelera el
corazón y da insomnio.
La quise con los huesos cuando no
debí quererla con los huesos, la quise con el alma y con las fibras desde que:
“Sebastian creo que pensé que las cosas eran diferentes , que tu eras
diferente o que yo era diferente . Alguna vez te dije que te iba a decir si
algo me molestaba pero creo que mejor no . Prefiero dejar todo asi” 8:44a.m. 4
de agosto 2012.
La quise como se debe querer cuando se
acabó, y usted, pura determinación y futuro en las decisiones dijo no. Qué
difícil decir no en un mundo que vende el sí en cada esquina, y qué difícil
aceptarlo.
De allí para acá usted está implícita,
implícita.
-¿Amor implícito?
- Amor implícito.
Sobre una hoja de papel, entre la mesita
de noche, grabada en mis labios, fundida en mis huesos, extrapolada en la
mente, permaneciendo, superviviendo, usted, en el mejor de los lugares, usted,
en el nerviosismo de la mirada, usted, en el sudor de las manos, usted, en la
sonrisa que no acaba.
Calle 85, taxi. Pasillo, quinto piso.
BBC, Venezuela-Colombia. Casa, su habitación. Casa, frente de su casa. Besos
afanados, sentencia y profecía de que no duraría.
La quise como debía quererla cuando ya
no debía quererla. Debí quererla como tenía que quererla desde el primer beso, mayo 12. Debí mostrarle,
demostrarle, pero cuán inútil es lamentarse por los caminos que no tomamos…
Este es mi último cartucho, el final,
las palabras se vistieron de tesón y cargan sinceridad en los bolsillos, mis
ojos la observan y sus labios pronuncian lo que escribí anoche, este, mi último
cartucho, lo tiene en sus manos y lo dispara con la boca, este, mi último
cartucho, le confiesa, que estoy
enamorado de usted.
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