domingo, 6 de abril de 2014

Árbitros que piden perdón



Para ser árbitro de fútbol profesional hay que tener autoestima, personalidad y un certificado que indique la profesión exacta de la mamá. Si las cosas no salen bien para un equipo, son los primeros a los que se mira con desdén, pasan de impartir justicia en el campo a ser juzgados en las ruedas de prensa.

“Es una puta vergüenza”, le gritó Didier Drogba al árbitro noruego Tom Henning luego de que el Chelsea perdiera el paso a la final de la Champions en 2009 frente a Barcelona. “El nivel de los árbitros suecos es bajo, como su liga” dijo enfadado Manuel Pellegrini tras la derrota del Manchester City contra Barcelona en febrero de este año. Ignacio Scocco le pegó un cabezazo al juez de línea Hernán Maidana tras pensar que no había señalado la invalidez del gol convertido con la mano por Carlos Luna, de River Plate. Tanto Drogba como Pellegrini y Scocco ofrecieron disculpas públicas por su comportamiento.

En algunos casos vociferar perdón no es suficiente. A Roberto Martínez,  ex técnico del Wigan, lo multaron con 10 mil libras por criticar el arbitraje durante el partido que su equipo perdió 4-0 contra el Manchester United. En 2012, a Eduardo Pimentel lo multaron con 23 millones de pesos por publicar tweets como estos:

Lo de Peñuela en el partido Tolima vs Junior es vergonzoso no hay derecho, ofrezco 1 millón a quien me diga con certeza quien es el padrino".
" Cada 8 días es su peor partido y aun así lo siguen nombrando? Nos creyó la comisión arbitral que somos mongólicos ese es el hijo de ellos".
Cuestionable o no la opinión de Pimentel, cuestionable o no que la Dimayor imponga multas en temas de libertad de expresión, lo que aquí nos ocupa es que pareciera que nadie les puede decir nada, vemos que les piden perdón e imponen multas a quienes los acusan, si bien es importante que se les garantice su honra, entramos en el terreno de la censura: ya no se puede hablar de las actuaciones arbitrales. A algunos se les nota prepotencia y aires de superioridad cuando amonestan a un jugador, lucen seguros de que así cometan todos los errores del mundo, pitarán en la siguiente fecha.
En el partido entre el Athletic de Bilbao y Atlético de Madrid ocurrió un hecho que me sorprendió. José Teixeira, el árbitro del encuentro pidió perdón. Diego Costa fue derribado en su lucha por llegar a la portería del Bilbao y el juez señaló la falta, pero el balón quedó en posesión de Cristian Rodríguez, jugador colchonero que estaba frente al arquero con grandes opciones de convertir el gol. Obviamente todos los jugadores del Atlético le protestaron, y él, con las manos juntas como si estuviera orando les pedía perdón, debió dejar seguir la jugada, él se dio cuenta, fue su error. La jugada ya estaba sancionada y solo quedo eso, perdón.

Teixeira no ha sido el único en disculparse.  En diciembre de 2012 el Dortmund enfrentó al Wolfsburgo, en esta oportunidad el réferi Wolfgang Stark decretó penalti y expulsó a Schmelzer- defensa del Borusia-. Luego de revisar la jugada, que determinaría gran parte la derrota que sufrió el equipo de Klopp 3-2, el juez dijo: “El penal y la tarjeta roja fueron un claro error por mi parte y naturalmente me duele”.

El 20 de noviembre de 2013 el West Bromwich, luego de 35 años estaba cerca de una nueva victoria en Stamford Bridge, ganaba 1-2 al Chelsea. Al último minuto hubo una falta inexistente sobre Ramires dentro del área que significó el empate. Dos a dos finalizaría el encuentro. Mike Riley, responsable del comité de árbitros pidió perdón por el error del juez de ese partido, Andre Marriner.

En una época donde los árbitros parecen intocables y cualquier comentario  que  se refiera a su actuación viene incluido con multa, que ofrezcan disculpas es un acto loable, digno de reconocer en cualquier contexto. Necesitamos más jueces así, que como a Stark, le duelan sus errores. Es inevitable que se equivoquen, en palaras de Fran Escribá, técnico del Elche: “Un árbitro se equivoca menos que un futbolista”, pero cuán definitorios son sus errores.

Si por lo menos tienen la convicción de hacer bien su trabajo, y sienten sobre su espalda la culpa por equivocarse, veríamos un fútbol cada vez mejor, y los resultados no serían tan polémicos como las últimas dos victorias del Barcelona.


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