Para ser árbitro de fútbol
profesional hay que tener autoestima, personalidad y un certificado que indique
la profesión exacta de la mamá. Si las cosas no salen bien para un equipo, son
los primeros a los que se mira con desdén, pasan de impartir justicia en el
campo a ser juzgados en las ruedas de prensa.
“Es una puta vergüenza”, le gritó
Didier Drogba al árbitro noruego Tom Henning luego de que el Chelsea perdiera
el paso a la final de la Champions en 2009 frente a Barcelona. “El nivel de los
árbitros suecos es bajo, como su liga” dijo enfadado Manuel Pellegrini tras la
derrota del Manchester City contra Barcelona en febrero de este año. Ignacio
Scocco le pegó un cabezazo al juez de línea Hernán Maidana tras pensar que no
había señalado la invalidez del gol convertido con la mano por Carlos Luna, de
River Plate. Tanto Drogba como Pellegrini y Scocco ofrecieron disculpas
públicas por su comportamiento.
En algunos casos vociferar perdón
no es suficiente. A Roberto Martínez, ex
técnico del Wigan, lo multaron con 10 mil libras por criticar el arbitraje
durante el partido que su equipo perdió 4-0 contra el Manchester United. En
2012, a Eduardo Pimentel lo multaron con 23 millones de pesos por publicar
tweets como estos:
“Lo de Peñuela en el partido Tolima vs Junior es vergonzoso no hay
derecho, ofrezco 1 millón a quien me diga con certeza quien es el
padrino".
" Cada 8 días es su peor
partido y aun así lo siguen nombrando? Nos creyó la comisión arbitral que somos
mongólicos ese es el hijo de ellos".
Cuestionable o no la opinión de Pimentel, cuestionable o no
que la Dimayor imponga multas en temas de libertad de expresión, lo que aquí
nos ocupa es que pareciera que nadie les puede decir nada, vemos que les piden
perdón e imponen multas a quienes los acusan, si bien es importante que se les
garantice su honra, entramos en el terreno de la censura: ya no se puede hablar
de las actuaciones arbitrales. A algunos se les nota prepotencia y aires de
superioridad cuando amonestan a un jugador, lucen seguros de que así cometan
todos los errores del mundo, pitarán en la siguiente fecha.
En el partido entre el Athletic
de Bilbao y Atlético de Madrid ocurrió un hecho que me sorprendió. José
Teixeira, el árbitro del encuentro pidió perdón. Diego Costa fue derribado en
su lucha por llegar a la portería del Bilbao y el juez señaló la falta, pero el
balón quedó en posesión de Cristian Rodríguez, jugador colchonero que estaba
frente al arquero con grandes opciones de convertir el gol. Obviamente todos
los jugadores del Atlético le protestaron, y él, con las manos juntas como si
estuviera orando les pedía perdón, debió dejar seguir la jugada, él se dio
cuenta, fue su error. La jugada ya estaba sancionada y solo quedo eso, perdón.
Teixeira no ha sido el único en
disculparse. En diciembre de 2012 el
Dortmund enfrentó al Wolfsburgo, en esta oportunidad el réferi Wolfgang Stark
decretó penalti y expulsó a Schmelzer- defensa del Borusia-. Luego de revisar
la jugada, que determinaría gran parte la derrota que sufrió el equipo de Klopp
3-2, el juez dijo: “El penal y la tarjeta roja fueron un claro error por mi
parte y naturalmente me duele”.
El 20 de noviembre de 2013 el
West Bromwich, luego de 35 años estaba cerca de una nueva victoria en Stamford
Bridge, ganaba 1-2 al Chelsea. Al último minuto hubo una falta inexistente
sobre Ramires dentro del área que significó el empate. Dos a dos finalizaría el
encuentro. Mike Riley, responsable del comité de árbitros pidió perdón por el
error del juez de ese partido, Andre Marriner.
En una época donde los árbitros
parecen intocables y cualquier comentario
que se refiera a su actuación
viene incluido con multa, que ofrezcan disculpas es un acto loable, digno de reconocer
en cualquier contexto. Necesitamos más jueces así, que como a Stark, le duelan
sus errores. Es inevitable que se equivoquen, en palaras de Fran Escribá,
técnico del Elche: “Un árbitro se equivoca menos que un futbolista”, pero cuán
definitorios son sus errores.
Si por lo menos tienen la
convicción de hacer bien su trabajo, y sienten sobre su espalda la culpa por
equivocarse, veríamos un fútbol cada vez mejor, y los resultados no serían tan
polémicos como las últimas dos victorias del Barcelona.
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