sábado, 5 de enero de 2013

El buen rostro


Braulio se limpia la manga de la camisa bañada en sangre luego de golpear a su esposa. Margarita se maquilla en el tocador el morado de su pómulo derecho, y para disimular los vasos rotos del ojo se pone unas gafas Prada

Humberto y sus dos amigos absorben el aire cálido de la habitación tras haber fumado hierba toda la noche, entre incoherencias, sonrisas y labios resecos abren las ventanas y el humo comienza a disiparse.

Vanessa lava su ropa interior, hace poco terminó de trabajar y el último hijueputa con el que se acostó solo le pagó la mitad de lo acordado,  20 mil pinches pesos “¿Le sirven?” le dijo antes de cerrar la puerta.

Raúl y Carlos, jóvenes de jean y pelo suelto no pueden dormir, ambos caminan en círculos en la sala de su casa. Hace unas horas desfogaban su pasión sobre el cuerpo del otro, ¿Qué pensarán sus padres? ¿Qué pensarán sus novias? ¿Desde cuándo amar a alguien es pecado?

Camila y Daniela abren sus ojos, se miran fijamente y con los dedos dibujan una sonrisa en sus labios, ambas abrazan al hombre con el que pasaron la noche, lo acarician; él a penas las observa de reojo.

Fernanda recién entró a la casa, su desvelado esposo la esperaba en la sala, las marcas en el cuello la delatan, no pasó la noche con una sola persona, su esposo lo sabe y la abraza, su amor es más fuerte que la infidelidad sabatina, le pregunta si quiere chocolate y le prepara el desayuno.

Álvaro, aquél hombre alto y elegante, con la camisa desapuntada y algo de barro en los zapatos acaba de enterrar al finado que tenía por encargo.

Todos ellos ponen su mejor cara, se arreglan antes de entrar, nadie se saluda con nadie, son seres que coinciden en tiempo y espacio (y en desgracia, pero no lo saben).

Darío acaba de venirse en el rostro de una niña rubia, ella apenas tiene 15 años y se aguanta esto, todo por irse a otro país a buscar “un mejor futuro”. Darío la acompaña a la salida, la deja en el taxi luego de pagarle 60 mil pesos, la despide y se da vuelta, regresa caminando a su hogar, se lava las manos, se coloca la sotana, sale ante el público que hace un momento entraba, alza las manos  y dice: En el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo.

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