Nuestros padres nos engañan desde que nacemos, comienzan con
que los bebés llegan en cigüeñas o que son regalos de Dios, ¿Por qué no dicen:
Naciste porque mamá y yo estábamos calientes? Tendrían que explicarme en qué consiste
“estar calientes”, pero creo que hubiera entendido, haciendo eso evitarían
tantos tabúes con respecto al sexo.
La segunda gran mentira es: PAPÁ NOEL. Carajo que me dolió
saber que Papá Noel era un tío obeso que cada 24 de diciembre se vestía con un
traje rojo y botas negras. Fue genial hasta ese día, era feliz viendo a un
gordo bonachón que regala cosas, pero hubiera preferido saber que mis papás
gastaban a veces más de un día caminando buscando lo que yo quería, me habría
gustado más saber que ellos eran los que ponían al niño Jesús recién nacido en
el pesebre, que Papá Noel recogía la
carta que le dejaba en el Árbol; pero uno tampoco ayuda, me decían que Papá
Noel llegaba en renos voladores y entraba por la chimenea. Primero, a Colombia
no había llegado el Red Bull cuando los renos ya volaban y en mi casa no había
chimenea, ¿Cómo coños entonces uno podía creer en eso? Se aprovechan de nuestra
nobleza.
Así siguieron las mentiras y las revelaciones a través de
los años: El ratón Pérez, la Patasola, el Loco del costal, que no me pase las
pepas de la naranja porque me crece un árbol en el estómago, que si me trago el
chicle se pega en mis tripas, que no puedo ir en pantaloneta a la iglesia, que
Pokémon es diabólico y el televisor pone los ojos cuadrados.
¿Por qué no me dijeron que Blanca Nieves tenía un fetiche
con enanos?, ¿que Alicia se tripiaba para vivir en
dos mundos, que Pueblo Paleta no existe, que no puedo hacer un kame kame –ha
como Gokú, que el fútbol no es solo un juego, que la vida no es un ratico y que
Dios es voyerista?
A lo que voy es que no tienen por qué disfrazar las vainas,
que si están llorando no digan que es un mugre que se metió al ojo, que si mamá
tiene un ojo morado no es porque prueba un maquillaje nuevo, que si me dan lo
que tienen de comer no es porque no tienen hambre, que si tuvieron un mal día
no digan que todo está bien. Si debemos marcharnos porque están amenazados no
lo oculten como vacaciones.
Habrían evitado tantas desilusiones diciendo la verdad, nos
mienten toda la vida, un día y de la nada deciden “abrirnos los ojos”, pero
cuando lo hacen ya muchas cosas las sabemos. Cuando nos quieren hablar de drogas
ya metimos hongos, ácido y pepas. Deciden hablar sobre sexo y ya hemos visto
porno, oído de abortos, violaciones y conocemos todos los métodos de anti concepción.
Aunque todavía me dicen mentiras y las creo, todos los días
“están bien” (Por favor, ¿quién está bien todo un año? Eso ni Jorge Duque
Linares y Paulo Cohelo juntos).
¿Es necesario mentir para creer en la magia del Papá Noel,
Alicia en el país de las maravillas y un niño que nunca crece? Claro que no,
somos niños y podemos creer en lo que se nos dé la gana, creatividad de sobra
tenemos para ver en la realidad lo que ellos no pueden, siempre diferenciamos
lo que es de lo que no existe, es elemental.
Ellos ya olvidaron lo que significa ser pequeños, están consumidos en su mundo de mentiras, sus
posibilidades de vida se desenvuelven en lo que piensan y deben decir, y nos
quieren hacer parte de él cada que mienten.
Nosotros los niños nos
movemos en la virtualidad de la imaginación, para nosotros cada día esconde una
gran verdad, desde Papá Noel hasta el mensaje detrás de un capítulo de Los
Simpsons. No nos acompleja enterarnos que no podemos teletransportarnos ni
volar, ni saber que El ratón Pérez es hermano del Hada de los dientes y que
ninguno existe, no nos atormenta, no nos afecta, podemos inventar mejores
cosas, como que el Hada de los dientes premia con 100 mil pesos el diente más lleno
de caries para así justificar el comer tanto dulce.
El hecho es que no tienen por qué engañarnos, podemos
encontrarle explicación a todo lo que existe o pasa en el mundo, justificar un
tornado como un estornudo de Dios, una estrella fugaz como una bala perdida de
gigantes que juegan tiro al blanco sobre el sol. Para nosotros los niños todo
tiene explicación, para ustedes los adultos hay cosas que no se pueden saber.
¿Hay vida después de la muerte? Claro que sí la hay, es un parque de
diversiones inmenso, a las atracciones se montan los que ayudaron a quienes lo
necesitaban mientras vivían y los que no lo hicieron se dedican a hacer el
mantenimiento de los juegos.
No pongan barreras a nuestra imaginación, no nos engañen, no
ignoramos lo que pasa a nuestro alrededor, solo intentamos darle otra
explicación.
PD: Si sus padres les dicen que “están bien” y sienten que
no es cierto hablen con ellos, conviértanse de nuevo en ese niño que les
devolvía la tranquilidad con solo un abrazo.
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