lunes, 22 de octubre de 2012

Desde la otra mesa


Nadie debe arrepentirse de nada, absolutamente de nada. Aquellos que lo hacen son débiles, miedosos.

Esa ha sido una de las consignas durante toda mi vida, seguir adelante y levantar la cabeza así me jalen de atrás para hacerme retroceder, de nada me arrepiento, de nada, ni de un beso, de un abrazo, de una noche de cama, un putazo, de una lágrima, un golpe, de nada, de nada, de nada.

Así había sido hasta anoche. Estoy sentado junto a una de sus amigas, quiero decirle esto mismo que estoy escribiendo y desahogarme, pero como un patético miedoso no puedo, no pude, por eso escribo.

La vi hermosa, sus ojos cafés brillaban más que la luz de su vestido, su despampanante cuerpo superó la sensualidad de la noche, no podía creerlo, jamás me había gustado y al mismo tiempo conmovido verla, no conmover de echarme a la pena, pero conmover es eso, mover a otro lado alguna cosa, usted movió mi soberbia, mi indiferencia de la fiesta, me movió, me movió, me mueve, me seguirá moviendo, lo sé.

¿Es normal soñarla cada que le escribo, me saluda o la veo? ¿Es normal que cada que vuelvo a verla quede su imagen como azúcar al chocolate en mi mente? Está ahí, inundándome. Si analizaran mis suspiros se darían cuenta que no están compuestos de C02, en el aire que exhalo está su nombre, desde la M hasta la E, en mis palabras aún vive, en lo que escribo, en mi cuarto, en las paredes. ¿Me arrepiento de todo eso? NO. Me arrepiento de no sentarme a su lado cuando estaba sola, me arrepiento de no haber bailado con usted, de no abrazarla más tiempo, de hablarle de lo que menos me importa (cómo hacer videos), me arrepiento de no tenerla, de no hacer lo posible para cumplirle y estar a su lado hasta viejitos.

Entiéndame, como una tempestad en mi vida vuela y termina conmigo en un segundo cada que despierto pensándola, en eso se resume mi historia con usted, una completa tempestad, un huracán que arremete mi cotidianidad pero que en momentos y gracias a la magia de la calma, a veces estoy en medio de su imagen, que no es más sino el ojo del huracán, calmado, tranquilo, apacible, cuando su imagen no me acompaña me siento así, pero recuerde que usted es un huracán, la calma solo indica que volverá, pronto o luego de mucho, pero lo hará, lo seguirá haciendo.

Soy un idiota, tonto, gritón, burlón, prepotente, imbécil y como me quiera decir, pero si por mi fuera viviría en su huracán, tal vez por eso no me mudo, sigo esperando su regreso, nunca sé cómo actuar, cómo resguardarme, sea lo que sea que haga me encontrará, porque me busca o yo quiero que me vea, no importa, no importa, no importa, me dejaría atrapar en su tormenta cuantas veces vuelva por mi encuentro.

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