miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Quién salvará a la gente que cae de los globos?



Tengo que alistarlo todo, se está haciendo tarde. No todos los días se hacen viajes como estos

¿Por qué no hay globos rosados? Les dije muy claro que un tercio de los globos debía ser rosado. ¿Así cómo entenderá que viajo por Ella? Si a lo lejos no divisa muchos globos rosados simplemente volteará y habré perdido el viaje. 19 años esperando este día para que ustedes, gran güevonas neuronas se les haya olvidado comprar las bombas rosadas, definitivamente, cría cuervos y te embrutecerán los ojos, o algo así. De todas formas ya es tarde y debo viajar, alístense y por favor, que las estúpidas se queden, necesito a las valientes para que saquen pecho cuando yo no pueda, a las brillantes para que tibien mi estupidez, y a las calientes, pues porque ajá (acento costeño).

¡Ey sí, usted! La estúpida a la que le encargué olvidarla, buen trabajo. De haberlo hecho este viaje se habría cancelado.

Demoraremos lo que Colombia en volverle a ganar 5-0 a Argentina en el Monumental, lo que Uribe en ir a la Cárcel y Jesús en volver a la tierra, pero será memorable, aún más que ese 5-0, más importante que la Copa América del 2001, doscientos millones de veces por encima de la séptima estrella de Santa fe. Así que alístense, lleven el condón neuronal para cuando den Protagonistas de Nuestra Tele y en la radio comience La Ventana. Nada puede distraernos. ¡A por Ella!

Entonces la embarcación tomó vuelo, se levantó con la fuerza de los globos rojos, enseguida llegó el apoyo de los azules, los amarillos, los verdes, los marrones. ¿Y dónde carajos están los negros? Los negros son los del trabajo fuerte, los que sudan el helio, los que explotan primero. Los únicos que deberían existir. “Sólo salen cuando los oprimen” dijo la neurona fascista. ¿Cómo así que sólo cuando los oprimen?: Puta racista, largo. Y con un poco de Séptimo Día, esa neurona murió.

Los globos negros se extendieron y con ellos la mente del Capitán que veía más cerca el encuentro con Ella. Explayaba su imaginación en acordes que pretendía tocar cuando la viera, el de su rostro sería un La menor, por lo nostálgico del reencuentro. El corazón sería un alegre Sol sostenido mayor, y sus piernas, la seductora cadencia en Mi menor. ¡Qué hermosa melodía compondrá al verle y cuán mejor será al tocarla!

Globos trabajando, neuronas estúpidas haciéndole duelo a la víctima fascista de Séptimo día, buen viento y  un cielo gris que amaga con llover se unían para despedir el viaje. El Capitán bebe una Cola Pola, tal vez para darse ánimo, para sentirse seguro. Gracias a este bendito elixir, sagrado invento de yo no sé quién pero que merece un puesto en la eternidad junto al que inventó el condón, la hamburguesa y el fútbol, tuvo el valor de decirle que le gustaba.

El capitán mira a su alrededor, la gente cae del cielo, cae en lo que él sube: Globos de colores, pero el único que tiene globos rosados es él. Los ancianos llegan en bombas verdes, las mujeres en globos amarillos, los niños en rojos, las niñas en morados, los curas en negros y los traquetos en bombas de oro con la estampilla de María Auxiliadora. ¡Con razón no compraron las rosadas, toda la pintura se gastó en la pared de su cuarto, hasta tocó comprar otro tarro! Perdónenme apreciadas neuronas, no debí tratarlas así, son estúpidas, sí, enfermas, morbosas, ebrias, viciosas, retrasadas, inferiores, pero no es su culpa que lo único que le haya dejado a Ella fuera una pared rosada, que luego pintará de otro color. 

“¿Y qué pasará con aquellos que caen del cielo?” Cuando nos reencontremos iremos juntos a por quienes nos necesitan, salvaremos a la humanidad que va en decadencia, tan en decadencia que en lugar de subir, hace que los globos de helio bajen.

Ya casi llegamos amigas mías, neuronas serviles, fieles, si no fuera por la televisión tendría un millón de amigas como ustedes y  Roberto Carlos sería feliz, pero creo que ya vamos por menos de la mitad. No le ganamos a Argentina 5-0 en el Monumental pero sí 4-0 a Uruguay en el Metropolitano, Uribe no está en la Cárcel pero a Yidis la encanaron por dos décadas y Santoyo comenzó a hablar en Estados Unidos. Jesús no ha vuelto, de todas formas no regresará, al igual que Dios, él también es voyerista. Pero ya llegamos, estamos mis neuronas y yo emocionados, más de una ha muerto por andar inhalando el esmog del cielo bogotano, otras convulsionaron tras oír que comenzaba La Ventana en Caracol y las demás murieron por tanta Cola y Pola (las que aún me acompañan también bebieron Cola y Pola, están prendas, están lúcidas).

En frente de nosotros se levanta su castillo, el 109 de no sé cuántos del reino. Ella, como una princesa quería esperar dormida a su príncipe azul, pero la vida no es un cuento de hadas y lo del príncipe azul ya está muy trillado. Además, no podría dormir los 100 años reglamentarios para que él apareciera, quería descansar y sufría de insomnio, no le gustaba estar despierta  y sufría de insomnio. Soñaba un día con despertar y vivir otra vida, la de alguien que ama tener los abiertos.

Le preparaba una gran carta al príncipe que pronto llegaría, aunque… dejó de escribir. La indecisión, su vida caótica que se desenvolvía entre la medicina y los pocos momentos para beber y bailar, sumado a los problemas de salud y pérdidas familiares hicieron que la carta quedara a medias y lista para botarse. No la culpo: ¿Qué coños importa alguien que no conoce?

Teme volar, de a poco ha olvidado eso, en uno de sus últimos viajes (de avión, no de porros) quitaron de su alcance todo lo que podía distraerla, con lo que pudiera mitigar su intranquilidad, así que cogió el celular y volvió a escribir.

Con ese recuerdo llegaba el Capitán a su encuentro, Ella le dijo que había sido a él a quién escribió, no quiso preguntar sobre el contenido de la carta, pero seguramente sería lo suficientemente importante como para justificar el viaje. Ojalá el Capitán no quede como el Coronel, sin alguien que le escriba.

Por fin, después de tanta digresión barata decidió bajarse del navío y preguntar por su doncella de la 170 y el castillo 109. Su cara se puso como de arrebol, no la ha visto pero sabe que pronto lo hará, el corazón se acelera a un ritmo mayor que el de su primer beso junto al carruaje amarillo que decía “taxi”.

El guardián del reino, un anciano de  40 años, de tez arrugada y chaqueta azul preguntó por el motivo de su visita, le expuso a qué venía y a quién buscaba. Entonces, el guardián (que  bien podría ser Papá Pitufo) tomó el cuerno real, sopló el aire justo para que sólo el castillo 109 atendiera el llamado, y antes de terminar de soplar el capitán dijo: No, espere, no siga. Pensé que vería los globos rosados, que los vería en la pared de su cuarto, que sabría que yo vendría, más bien, entréguele esta historia, será lo único que dejaré.

Un buen Capitán deja un amor en cada puerto, o eso dicen, y para Ella fue determinante. Lo que de voz de otros llegó a sus oídos se convirtió en máxime de su futuro, y del Capitán, Ella no soportó el hecho de que un Capitán haya tenido otros amores (si es que los tuvo). De él sólo queda lo que Ella una vez le escribió, esta carta  y una pared rosada, que después pintará.

Ahora, ¿Quién salvará a la gente que cae de los globos?

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