El olvido se encuentra en el
límite de la despreocupación, está a punto de abarcar la totalidad del
recuerdo, en esta ocasión se viste de distancia y seduce con trago, sexo y
amores pasados.
A veces todo se confabula para
crear una red isotópica, determinismo y casualidades la tejen, el hecho
repetitivo es el recuerdo. Ella se encuentra lejos del presente cotidiano:
Apartada de su familia y nuevo amor citadino, su tan visitada 85 ahora se
llama “El coliseo”, no tiene que ir en Transmilenio, opta por caminar y si el
largo del camino lo amerita: Va en taxi. No viste tan abrigada, ya no hay
bufandas ni chaquetas anchas que la acompañen, quizá en la madrugada, cuando el
sereno es fuerte, aunque sigue usando las mismas medias de niña hippie de 11
años.
¿Qué diferencia el presente
cotidiano del momento que por estos días vive? En realidad nada, reemplazó unas
cosas por otras: los sitios donde bailaba, el lugar donde dormía y la persona que besaba. No cambian los hechos sino la compañía.
No olvidará su presente
cotidiano, que bien podríamos llamar rutunario, quiere desprenderse de la efímera
vida en la ciudad, desea entender por qué le pasan cosas que no entiende: desde
soñar con alguien a quien poco ve, hasta su miedo para viajar en avión. ¡Pero
es que es tan indecisa! Lo único de lo que está segura es de su inseguridad,
eso y que nadará con delfines algún día. Teme fracasar cuando algo se pone
patas arriba, piensa lo peor cuando las cosas no dan para tanto. Su habilidad
para imaginar lo peor podría dar el libreto para Destino Final 6.
Prometió que no olvidaría, pero
olvidar es muy complicado, y más cuando es a alguien que se quiere, es lógico que
no lo haga, debió haber dicho, más bien, que recordaría, porque finalmente eso
es lo que uno busca en estos casos, ser, entre risas y alcohol, insomnio y
silencio, un espacio para ser recordado, un momento de extradición virtual en
donde nuestra imagen ocupe la saturada mente de alguien que nos busca entre su
conciencia , que nos arma como lo recuerda y la manera como quiere, es el
momento donde la imaginación vuela y lo único que se espera es un suspiro que a
la distancia nos diga que alguien, en otro lugar, nos regaló un pequeño soplo
de vida, que escapa de su pecho y busca su razón de ser, aquel nombre escrito
en dos moléculas de oxígeno que se escapa en dióxido de carbono; pero
si no llega a su destinatario vuela hasta el cielo y allí se ha de posar en
forma de estrella, porque cada una de ellas es un suspiro que no encontró a su
dueño.
Pronto regresará, esta vez lo
hará en avión, vencerá de a poco sus miedos, se dará cuenta que en cada lugar hay
una 85, en la mayoría habrá alguien a quien besar, pero muy pocos donde haya
por quien suspirar.
(Sí, lo sé, muy cursi el final)
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