lunes, 17 de octubre de 2016

Quien está al otro lado de su andén

Cerrar un ciclo te cuesta pasos, viajes, dolores de cabeza, ansiedad, sudor, ahogo e incontables intentos de borrar del cerebro esa dañina idea que consiste en creer que no lo vas a lograr.

Con el tiempo, las salidas, las nuevas personas y los nuevos proyectos esa carga en la que se convirtió el hecho de llevar a cuestas un pasado inconcluso se vuelve más liviana, crees que lo estás haciendo bien y aunque sigues viendo sus fotos, no es como antes, no hay ansiedad, ni sudor ni ahogo, es más, hasta sonríes porque sientes que el ciclo está por cerrarse y solo necesitas algo, lo que sea, una especie de catalizador de bienestar que logre convencerte de que esta vez sí lo lograste.

Puede ser cualquier cosa, una aventura inesperada, el regreso de un antiguo amor, la consecución de un logro que te apasionaba, lo que sea que te dé el impulso final para asegurarte un lugar en el asiento de los tranquilos y desentusados.

Y entonces sucede todo eso, te reconstruyes, cambias y vives cosas increíbles. Ves el desamor desde la tribuna e incluso, puedes escuchar canciones de Andrés Cepeda o Manuel Medrano sin exponerte a que un inútil suspiro te gane el pulso y ponga en aprietos tu discurso de fortaleza emocional.

Los días continúan y cada vez estás más fuerte, tanto que ni las derrotas de Santa fe o un mal día en bolos pueden desestabilizarte, pero entonces la ves. La vuelves a ver andando por ahí, desparpajada y con esa leve sonrisa que siempre adornó su rostro. Recuerdas todo el tiempo que, sin éxito, caminaste intentando reconocerla en cientos de rostros distintos. También las veces que recorriste los sitios que tienen en común con el objetivo implícito de toparte con ella. Luego regresas al presente y mientras se aleja, eres testigo de cómo se fragmenta, frase a frase, tu idea de cerrar el ciclo.

Entonces sigues tu camino, los primeros pasos son confusos, crees que no has logrado nada y que estos últimos meses fueron pura fantasía, como la victoria del Sí en el plebiscito o la honestidad del senador Uribe. Sin duda es para estar en shock.

Sin embargo el camino continúa y tienes que reparar las fisuras que se hicieron en tu idea de bienestar, pañetarlas con los momentos positivos que has tenido en tu etapa de soledad y luego pintarlas con los retos que siguen en los próximos días.

Poco a poco te reconoces de nuevo, empleaste un par de horas y palabras que no tenías presupuestadas en un momento de incertidumbre que no veías venir-como cuando ganó el No, mierda, perdón, la plebitusa me acompañará hasta que podamos refrendar de nuevo, y con éxito, los nuevos pinches acuerdos-. Pero está bien.


Tampoco hubiera sabido qué sentir si esto hubiese ocurrido cuando la buscaba entre desconocidos. Soy de los que cree que estamos donde tenemos que estar por una razón, así no la conozcamos. Creo que así ocurrió hoy, y no en otra ocasión, porque tenía que estar más fuerte, más seguro, más confiado para poder entender sin reproche, que puede haber, en el futuro, un momento para cruzar la calle y volver a compartir el camino, sin lamentarme por saber que ahora, solo soy quien está del otro lado de su andén.

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