Su cuerpo es efímero, como un suspiro de desaliento. Me
abraza, me rodea, me recorre, me fuma, me prueba, me ama, me hunde, me enloquece. ¿Cómo puede odiarme y besarme de
esa manera?
Se mueve al ritmo de la desesperanza, me aprieta para
aferrarse a la vida, me rasguña, me muerde, me pega, me deja marcas porque sabe
que cuando las vea la recordaré. Qué extraña manera de luchar contra mi
alzheimer.
Yo la abrazo, la rodeo, la recorro, la fumo, la pruebo, la
amo, la hundo, la enloquezco. ¿Cómo
puedo dejarla y besarla de esa manera?
Me muevo al ritmo de la distancia, la aprieto para aferrarme
a su vida, la rasguño, la muerdo, le pego, le dejo marcas porque sé que cuando
las vea me recordará. Qué extraña manera de separarnos.
Ambos sabemos que solo en el instante en que los cuerpos
están cerca nuestras vidas vuelven a coincidir, el resto del tiempo somos otro
par de desconocidos.