Sigo enamorado de tus labios, finos, rojos, que se mueven y no dejan espacio para otra cosa sino observarlos. Los veo todos los días, se transforman como el agua adopta formas distintas según el recipiente que la contiene, a veces risa, a veces preocupación, a veces tristeza. Su color me dice cómo estás, vino tinto para el mal humor, rojo cuando te sientes bella, chocolate cuando estás nerviosa. Los míos no son lo mejor, te miran con timidez, intentando no hacerse notar, tienen miedo a que con los tuyos se puedan encontrar. Pero el miedo no es suficiente, su deseo de conocerlos es más fuerte y han entendido una cosa: si no logran cambiar jamás voltearás a verlos. Por eso, ahora hablan más, se mueven más, te nombran más, como si el mundo les dijera que hay que cambiar para hacerse notar. Y si de cambios está hecho ese mundo, puedo decir que mi mundo son tus labios.
Excelente!
ResponderEliminar