Cerrar un ciclo te cuesta pasos, viajes, dolores de cabeza,
ansiedad, sudor, ahogo e incontables intentos de borrar del cerebro esa dañina idea que
consiste en creer que no lo vas a lograr.
Con el tiempo, las salidas, las nuevas personas y los nuevos
proyectos esa carga en la que se convirtió el hecho de llevar a cuestas un
pasado inconcluso se vuelve más liviana, crees que lo estás haciendo bien y
aunque sigues viendo sus fotos, no es como antes, no hay ansiedad, ni sudor ni
ahogo, es más, hasta sonríes porque sientes que el ciclo está por cerrarse y solo
necesitas algo, lo que sea, una especie de catalizador de bienestar que logre convencerte
de que esta vez sí lo lograste.
Puede ser cualquier cosa, una aventura inesperada, el
regreso de un antiguo amor, la consecución de un logro que te apasionaba, lo
que sea que te dé el impulso final para asegurarte un lugar en el asiento de
los tranquilos y desentusados.
Y entonces sucede todo eso, te reconstruyes, cambias y vives
cosas increíbles. Ves el desamor desde la tribuna e incluso, puedes escuchar
canciones de Andrés Cepeda o Manuel Medrano sin exponerte a que un inútil
suspiro te gane el pulso y ponga en aprietos tu discurso de fortaleza
emocional.
Los días continúan y cada vez estás más fuerte, tanto que ni
las derrotas de Santa fe o un mal día en bolos pueden desestabilizarte, pero
entonces la ves. La vuelves a ver andando por ahí, desparpajada y con esa leve
sonrisa que siempre adornó su rostro. Recuerdas todo el tiempo que, sin éxito, caminaste
intentando reconocerla en cientos de rostros distintos. También las veces que
recorriste los sitios que tienen en común con el objetivo implícito de toparte
con ella. Luego regresas al presente y mientras se aleja, eres testigo de cómo
se fragmenta, frase a frase, tu idea de cerrar el ciclo.
Entonces sigues tu camino, los primeros pasos son confusos,
crees que no has logrado nada y que estos últimos meses fueron pura
fantasía, como la victoria del Sí en el plebiscito o la honestidad del senador
Uribe. Sin duda es para estar en shock.
Sin embargo el camino continúa y tienes que reparar las
fisuras que se hicieron en tu idea de bienestar, pañetarlas con los momentos
positivos que has tenido en tu etapa de soledad y luego pintarlas con los retos
que siguen en los próximos días.
Poco a poco te reconoces de nuevo, empleaste un par de horas
y palabras que no tenías presupuestadas en un momento de incertidumbre que no
veías venir-como cuando ganó el No, mierda, perdón, la plebitusa me acompañará
hasta que podamos refrendar de nuevo, y con éxito, los nuevos pinches
acuerdos-. Pero está bien.
Tampoco hubiera sabido qué sentir si esto hubiese ocurrido
cuando la buscaba entre desconocidos. Soy de los que cree que estamos donde
tenemos que estar por una razón, así no la conozcamos. Creo que así ocurrió
hoy, y no en otra ocasión, porque tenía que estar más fuerte, más seguro, más
confiado para poder entender sin reproche, que puede haber, en el futuro, un
momento para cruzar la calle y volver a compartir el camino, sin lamentarme por saber que ahora, solo soy quien está del otro lado de su andén.